El trastorno por estrés agudo es una reacción normal a una situación de estrés excepcional cuando nuestras capacidades de afrontamiento se ven superadas por la magnitud del hecho que acabamos de vivir. Es transitorio, suele aparecer durante las seis primeras semanas que hemos vivido ese hecho traumático y es relativamente grave según los dos manuales de clasificación diagnóstica de trastornos: CIE-10 y el DSM 5.
El trastorno de estrés postraumático es más grave, es un trastorno que se alarga en el tiempo, como respuesta a un hecho traumático, a una vivencia de un estrés mayor de lo normal y su sintomatología no remite, no tiene cura sin ayuda profesional.
Se define porque re-experimentamos el hecho de forma intrusiva e intentamos evitar todo aquello que nos pueda recordar o hacer pensar en el suceso.
Los indicadores para diagnosticar el trastorno de estrés postraumático es que haya habido una exposición real a un hecho traumático, donde nuestra propia integridad física o la de un ser querido esté en peligro, presenciando por ejemplo un acto delictivo, un accidente u otros actos extremos.
Su impacto dificulta una vida satisfactoria en nuestros diferentes ámbitos de desarrollo, el profesional, familiar y social. La persona puede experimentar estar hiperalerta, con dificultad para conciliar el sueño, irritabilidad, sensaciones de irrealidad y presentar deterioro de su capacidad funcional.