La mayoría de las crisis, ya sean cotidianas o masivas, afectan a familias enteras generando vulnerabilidad.
La persona que ha sufrido violencia de cualquier tipo, en forma directa o sobre su núcleo cercano, se enfrenta a grandes desafíos y consecuencias significativas en su vida.
Miedo, ansiedad, angustia, estrés y desesperación son síntomas comunes a experimentar.
Es importante acompañar y ayudar a las personas a construir recursos que faciliten los mejores procesos de sostén y de resiliencia.